Unidas por el mismo objetivo, en distintos hogares e instituciones sociales, nuestras alumnas de IV° medio vivieron su Semana Social, una experiencia profunda de servicio y apertura a los demás que culmina su proceso de formación en el Colegio.
Durante una semana, la generación 2018 dividida en grupos, se puso al servicio de una institución para trabajar y acompañar a quienes allí viven, en una experiencia que fortalece su compromiso apostólico.
“Junto con cinco compañeras vivimos la Semana Social en Coaniquem, que recibe a niños quemados. Esta fundación funciona tanto para gente de Santiago como de otras ciudades, regiones e incluso países, recibiendo gente de toda Latinoamérica. Para los que vienen de afuera, está la posibilidad de alojar temporalmente ahí mismo, en Casa Abierta, donde se les da una pieza y un baño. También hay un casino donde pueden acceder a cuatro comidas diarias.
En las mañanas realizábamos actividades como ordenar materiales, pintar murales u organizar fichas de la secretaria. Por las tardes compartíamos con los niños en la ludobiblioteca, que incluía tanto juegos como libros. Ahí jugábamos con ellos, y dependía del día cuantos niños nos tocaba acompañar, ya que todos tienen distintos horarios y no todos se quedan la misma cantidad de días.
Lo que más me marcó fue la gente que trabajaba ahí. Era notable lo abnegados y comprometidos que eran todos, lo que se veía tanto en su trato con los pacientes y sus familias como con nosotras. Fue lindo convivir con gente tan llena de amor. También me marcaron los niños y sus familias, pese a su situación, todos eran muy alegres.
Valoro esta iniciativa del colegio, que nos regalen esta semana para poder vivir algo tan bonito”.
María Stevenson IV°SU
“Tuve la oportunidad de ir a Coanil, una institución al servicio de personas con discapacidades intelectuales. Nuestra rutina era acompañar a los niños y adultos al colegio, que se encontraba al lado del hogar, y ser un apoyo para las profesoras en las salas de clases. Cuando terminaba la jornada escolar íbamos al hogar a acompañar, entretener a los niños, ayudar en la comida. Lo que más me marcó de esta experiencia fue la gente que se encontraba en el hogar, pese a su difícil situación en ningún momento dejaban de sonreír, todos felices 24/7, dispuestos a ayudar en lo que las tías o nosotras necesitásemos. Todos siempre dispuestos a entregar amor incondicional, muy difícil de encontrar en otros lugares, realmente honesto, sencillo, puro y desinteresado.
Mucha gente me ha preguntado qué es lo que más valoro y siempre respondo lo mismo: todo. Aprendí muchísimo, conocí un lado B de la sociedad que poca gente tiene la oportunidad de conocer, y sinceramente, me despertó una inquietud de hacer algo por todos los niños y adultos que se encuentren ahí. Creí que iba a ir a entregar amor, a qué la gente se beneficie de mi presencia, pero me di cuenta que fui yo quien recibió una dosis de amor y cariño indescriptibles. Aprendí muchísimo, crecí enormemente como persona, y, es más, decidí finalmente qué carrera estudiar, gracias a las increíbles profesoras que dan todo por sus niños”.
Sofía Gilabert, IV°SU
“Estuve en Coanil, un hogar con gente de varias edades con discapacidad intelectual. Había casas de niños chicos, de hombres y de mujeres. La experiencia fue muy fructífera y todo un desafío, porque conocimos una realidad muy trágica, me marcó las relaciones que formé con la gente del hogar. Fueron cinco días en que la gente se encantó con nosotras y fuimos capaces de hacernos amigas con Marcelo, la Fran y el gitano.
Valoro mucho la actitud que tuvimos como grupo frente a todo lo que vimos. No es fácil interactuar con personas que físicamente pueden llegar a espantar por lo deteriorados que están, o con niños que están postrados. Pudimos lidiar con los distintos niveles de discapacidad, unos muchos más chocantes que otros, pero que en todos ellos hay personas muy valiosas que esperamos volver a ver.
Amalia Figueroa, IV°SA