La profesora de religión y apoderada de nuestro colegio Paulina Diez recibió el premio para profesores de religión «Elisa Valdés 2024» de la Pontificia Universidad Católica, en el que concursan profesionales de todo el país, y ha participado en diferentes seminarios teológicos, en el último tiempo. En estas charlas ha contado de su pasión por enseñar, cómo esto la hace feliz y el desafío que hoy significa educar en la fe para profesores y apoderados. Un premio muy merecido y un enorme orgullo para nuestro Colegio contar con su compromiso y vocación pedagógica, ¡muchas felicitaciones!
«No me lo esperaba», dice Paulina, «este premio refleja el trabajo de muchos profesores con los que me he desempeñado y de quienes he aprendido mucho».
«Lo que más ha marcado mi vocación es la importancia de que la enseñanza de la religión sea un espacio donde los estudiantes conozcan el amor de Dios, que los va a acompañar para el resto de la vida. Que aprendan bien los principios de la fe. Es muy probable que lo que aprendan en el colegio sea lo único que escuchen sobre Dios, por lo que es crucial que en esta edad tengan una buena experiencia», dice sobre los principales rasgos que premia este galardón.
Y agrega: «era (y soy) muy desordenada en el colegio, por lo que para mí es clave que las clases sean entretenidas y atractivas para mis alumnas. Es difícil, y hay que replantearse las formas todo el tiempo».
-¿Qué es lo que más te gusta de enseñar Religión?
«Es un área del aprendizaje que toca todas las esferas de la persona humana. Desde que Dios se quiso hacer hombre, todo lo humano puede hacer referencia a Dios. Me gusta porque siempre les va a ser «útil» este aprendizaje, aunque para el mundo pragmático en que vivimos pareciera casi innecesario. Siempre les digo: cuando nos muramos y nos encontremos cara a cara con Dios, no nos va a preguntar por la raíz cuadrada o la conjugación de los verbos, sino por cuánto amamos. Y de eso se trata la clase de Religión, de que cada estudiante responda a su vocación desde el amor».
-¿Cuál es el mayor desafío de un profesor de religión en la actualidad?
«El primer desafío es que muchos alumnos no practican la fe en sus casas. Es difícil enseñar cosas que no se viven en la familia o en su entorno, como explicar las partes de la misa cuando los alumnos han ido pocas veces. También, muchos papás no entienden la religión y no pueden responder a las preguntas de sus hijos. Es importante volver a encantar a estos padres con la fe, ya que el desarrollo espiritual es el regalo más grande que pueden dejar como legado.
Además, la crisis en la Iglesia chilena ha dejado la voz de Dios en una esquina, sin mucha intervención. Aunque es cierto que da rabia e impotencia lo sucedido, debemos recordar que todos somos Iglesia y estamos llamados a ser testigos del amor de Dios, igual que los primeros cristianos».
-¿A qué aspiras en la formación religiosa de tus alumnas?
«El ideal sería que se encuentren con el amor de Dios, lo conozcan en profundidad y las acompañe por el resto de sus vidas. Pero, como sé que es un proceso que puede durar toda la vida, me conformo con que tengan un conocimiento profundo de su fe y puedan tenerlo como fundamento para vivir en la libertad de los hijos de Dios. La fe necesita madurar, y uno nunca deja de aprender».
-Como apoderada y profesoras, ¿qué valores del sello ursulino son los principales para ti?
«La sencillez y el espíritu de servicio (Serviam) son fundamentales. Esto fue lo que más nos llamó la atención al escoger este colegio para nuestra hija, y a mí me hacía sentido trabajar aquí. Estoy muy feliz, me gusta que mis alumnas tengan muchas preguntas, un sentido crítico y reflexivo en la clase de Religión. Además, el enfoque en el servicio, como las campañas y el auxilio sacerdotal, forma una conciencia de servicio en ellas que las marcará. Eso es una base garantizada para seguir formándose en el servicio a los demás».
-¿Qué podrías decirle a tus alumnas que las ayude en su vida espiritual en el futuro?
«A los que no están cerca de Dios, les diría que busquen a Dios y se abran a encontrarse con su amor. A los que ya están cerca de Dios, les animaría a compartirlo y a no tener miedo de darlo a conocer. Dios no nos quita nada y nos da todo. La vida se hace mucho más plena con su gracia. Dios es fiel y no nos defrauda, aunque a veces sus caminos sean curiosos y no los entendamos.